HOLAAAAA!!! No me creo este momento, estoy de vuelta escribiendo en mi web después de llegar a la final de Supervivientes, cumpliendo los 104 días de concurso y habiendo terminado el reto más duro que me ha tocado llevar a cabo en toda mi vida. Os prometo que las condiciones tan extremas que se ven en televisión son más que reales. El hambre, dormir al raso, las picaduras de los insectos, la dureza de las pruebas físicas… un conjunto de factores que te llevan al límite sumados al ingrediente estrella de esta receta para la locura: la ingente cantidad de horas para estar con uno mismo sin ningún tipo de distracción. Ni móvil, ni libros, ni TV… por no poder, ni siquiera estaba permitido tener papeles para escribir pero yo sacrifiqué una de mis cuatro camisetas (sí, solo tenía 4 camisetas para casi 4 meses) para escribir sobre ella una canción utilizando ceniza de la hoguera como tinta, quizá algún día os la enseñe. En contadas veces me quedé algún pergamino para escribir sobre él pero ya se encargó la organización de quitármelos.

Tuve un momento de crisis donde sentí que no podía más y, durante un directo, exploté y pedí marcharme del programa aunque tuviera que pagar la multa correspondiente. Tengo que decir que el programa en ese momento se portó muy bien conmigo, me dijeron que no tendría que pagar ninguna multa si decidía irme y me propusieron, solo si estaba listo para ello, aguantar en la isla dos días más para poder tomar mi decisión definitiva. Yo acepté con la idea de firme de que me iba a marchar, necesitaba poner mi mente en orden y, lo que no sabía en ese momento, es que esa ¿armonía mental? me la iba a dar mi madre en la visita sorpresa que me hizo a Honduras el mismo día que yo tenía que decidir si me marchaba del programa. Además, tuve una llamada de Alazne, mi pareja, y entre las dos consiguieron darme esa tranquilidad y fuerza que necesitaba para afrontar la recta final del concurso.

 

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida de Arkano (@smootharkano)

 

Ahora, visto con algo de perspectiva, me alegro muchísimo de haber decidido quedarme porque esas semanas finales fueron clave en mi viaje introspectivo, trabajé mucho en seguir mirando hacia dentro sin ningún tipo de parche y, después de pasar horas infinitas con mis fantasmas más aterradores, puedo decir con orgullo que por fin me gusta lo que veo.

Vuelvo con 30 años, con una barba que nunca me había atrevido a tener y con una lección de vida que me acompañará siempre.

Gracias a todos los que habéis formado parte de esto.

PD: Hoy voy a tatuarme una cosilla relacionada con esta experiencia x)

Guille.